Estas placas provienen de las excavaciones arqueológicas
efectuadas por Leonard Wolley en 1927, en la antigua ciudad sumeria de Ur.
Mientras allanaba el terreno, Wooley descubrió bajo un cofre de atavíos el pozo
que debía conducirle a la tumba del rey. Luego, se limpió otra estancia, en las
que había numerosos objetos de valor, entre los cuales un estandarte en el que
figuraban dibujos de escenas de guerras. Entre los demás objetos hubo uno que
fue hurtado con habilidad por un trabajador, que disimuladamente logró
llevárselo al concluir su faena.
René Gau ha escrito a propósito de los antiguos signos
pictográficos grabados en las placas de oro:
“La comunicación parecía muy diferente de las de las placas
de Ur. Por decir así, parecía un complemento explicativo; hablaba de la
procedencia del cofrecillo y de dos planos que se hallaban allí. Uno indicaba
la forma de dirigirse al Alto Egipto en el hipogeo de los reyes atlantes y el
otro daba el plano en estrella de las tumbas agrupadas de los treinta últimos
reyes atlantes, de los cuales el primero y el trigésimo estaban situados al
centro y muy nítidamente marcados sobre la estrella plana. El lugar parece
haber sido fijado aproximadamente, pues las indicaciones hacían comprender que
se encontraba entre veinte y treinta días de marcha del Nilo. Un punto preciso
era a mitad de camino entre Asuán y el oasis del desierto al oeste. Las hojas
de oro traían también la confirmación de la venida a la Tierra con destino la
Atlántida de seres muy perfeccionados, desembarcados del cielo, hace más o
menos quince mil años”.
El relato prosigue así:
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